sábado, 2 de octubre de 2010

Alice in Nightmareland cap 6

Proyecto comunitario:


Alice in Nightmareland

Capítulo seis:

Jocker.

Alice intentó apartar de su mente aquello. Con las manos se tapó los oídos, deseando que fuese suficiente para dejar de escuchar los gemidos y suspiros de placer que su hermano provocaba en Byron. Klaus se percató de sus intenciones y para seguir torturándola hizo que ella los escuchara intensificados en su cabeza, mientras el morboso público que los rodeaba los vitoreaba, exigiendo más. Sus rostros mostraban, en sus facciones deformadas, tatuadas con picas o corazones de algún color groseramente brillante, y muchas veces exageradamente delineadas, risas desfiguradas, vanas demostraciones del verdadero y perverso deseo que tenían de seguir con todo aquello, reflejado claramente en sus pensamientos. En sus pensamientos, eróticos, pervertidos e insoportablemente atractivos, que Alice podía oír en su cabeza. ¿Cómo apartar todo aquello? Las voces la torturaban, y los gemidos de Byron, sin embargo, junto con las palabras de su hermano, insitándola a tomar su lugar, se escuchaban claramente por sobre todo el resto, dominándolos pese a tener casi la misma intensidad que los de aquellos.

¿Cuánto tiempo había pasado desde que Klaus empezara con todo aquello? Más de una hora, tal vez más de un día, o de un mes, y cada vez era peor. Lo que había empezado por un simple y poco detallado acto de autosatisfacción era ahora todo un show depravado. Byron y su hermano estaban plenamente desnudos, tal cual podía sentir ella, pese a no dignarse a mirarlos. Eso era lo que él quería y no iba a ceder. No iba a ceder, sin importar lo desesperados que se volvieran los gemidos de Byron, sin importar lo insinuante de los movimientos de su hermano, sin importar aquellas manos que recorrían el cuerpo de su amigo de la forma que tantas veces había hecho con el de ella, sin importar que ella supiera tan bien su recorrido que casi pudiera sentirlo en su piel, sin importar cuánto la torturase aquel "casi”. Ella... Ella... Ella deseaba que aquellas manos...

-Vamos, Alice, sé que quieres estar en su lugar. No voy a dejarlo a menos que me digas que quieres un intercambio. De lo contario voy a seguir manipulándolo y esto puede ponerse peor de lo que imaginas...

Él se reía, se reía de ella. Quería gritarle, decirle que no iba a caer a sus sucias manos otra vez, que no iba a ganar esta vez, que ella no estaba celosa de una persona tan llena de mierda como él –aunque pudiese, sólo pudiese, ser mentira-. Pero no podía hablar, no podía gritar por culpa de ese maldito parche en forma de corazón que estaba adherido a su boca. Tampoco podía quitárselo, era sencillamente imposible. Quería advertirle a Byron que su hermano sólo estaba jugando con él y sus sentimientos, que lo estaba usando para darle envidia, porque estaba segura de que su amigo no quería eso ¿Verdad?

No, obviamente, no. No podía desear aquello. No podía desear lo que el miembro de su hermano estaba haciendo con su cuerpo. No podía desear el placer insoportablemente nítido que profesaban sus gestos. No podía desear los escalofríos que recorrían su cuerpo. No podía desear la saliva que corría y apor varios de sus músculos. No podía desear el suave pero hirviente rozar de aquella lengua infernal. No podía desear los cálidos, fervorosos e insistentes besos y mordidas que su hermano plantaba por todo su cuerpo. No podía desearlo, no podía, no podía, no podía.

Pero lo hacía. Lo hacía, aunque su deseo no llegara ni a los tobillos del suyo.

-Ríndete de una vez, pequeño cervatillo.

NO, JAMÁS."Recupera tu conciencia, Alice! Recupera esa cordura que aprendiste a fingir! Recupera tus pensamientos, y no dejes que todas esas voces, todo ese movimiento y todos esas palabras que surgen de los labios negros de los Seres del Espejo te influyan!"

Pero era tan complicado... Podía oír claramente chasquear las lenguas retorcidas de todos aquellos seres alrededor suyo. Podía oír los dientes abrirse y cerrarse, deseando participar también en aquel acto del que quería formar parte ella.

Su abogado defensor, sentado a su lado, miraba la escena con repugnancia. Bajó sus ojos hacia Alice, que hecha un ovillo en el suelo intentaba gritar, arrancarse el parche con sus uñas desesperadas, y la tuvo que apartar de ella al ver la única lágrima que se escurría por su mejilla, pese a sus ojos, fuertemente apretados.

El Conejo Blanco había sido uno de los primeros seres que Alice había visto en el espejo. No sabía cuándo había aparecido por primera vez, quizá cuando apenas era una bebé, pero no le daba miedo, no la asustaba, como el resto, que le mostraban los colmillos y le hacían muecas de las que sólo podían aparecer en sus peores pesadillas. Él simplemente se divertía mirándola, incluso dando, a veces, pequeños saltitos para hacerla reír. Para Alice, quien podía ver a todos los otros Seres del Espejo burlarse de ella y dedicarle sus más malintencionadas sonrisas, el Conejo era una bendición. Tanto le agradecía su presencia que a veces hasta jugaba con él, pese a que nadie le creyera que tenía un amigo peludo en el espejo, pese a que, como era todavía una niña, asumieran todos que se trataba de un amigo invisible al igual que la mayoría de los chicos tenían amigos invisibles.

Él la conocía de su infancia, conocía su risa alegre como el sonar de campanas muy pequeñas. No le gustaba verla así, para nada. Se agachó para susurrarle al oído.

-Estábamos jodidos desde el principio. Lo tenían todo planeado, nunca tuvimos oportunidad de ganar este juicio. Nos engañaron –Alice sabía que la intención del Conejo Blanco era distraerla pero eso no era demasiado alentador, no con sus pensamientos perforándola, casi con la misma fuerza que aplicaba su hermano a Byron, que tanto se había mordido un labio que se lo había hecho sangrar- Mira a Klaus, a su cuello ¿Ves las heridas?

Ella se obligó a mirar por más que las recordara, tal vez porque claramente deseaba hacerlo. Allí estaban, rodeando todo su cuello y sus muñecas todavía sangrando, el triple de profundas que sus auto laceraciones. Obligándose a apartar los gemidos de dolor y placer que alternaba Byron, que la contagiaban e incitaban a pensar en ello, se preguntó qué lo había llevado a hacerse aquello, ya que era claro que los tajos se habían trazado con precisión y sin que él se resistiese.

Trató de ignorar la maliciosa sonrisa que su hermano le dirigía mientras con una mano acariciaba el cabello sedoso de Byron que en esos momentos estaba arrodillado en el suelo, pasando su lengua, claramente gustoso, por el aparato reproductor de Klaus. Trató de evitar una arcada al ver el rostro lleno de placer de su amigo. Desvió la mirada mientras una punzada de celos, culpa, odio y remordimiento se le clavaba dolorosamente, al tiempo que deseaba tener cerca algo capaz de inferirle daño, o inferírselo a ella misma, deshaciéndose de aquél dolor con otro más potente. Cerró con fuerza los puños al oír la inmunda risa de Klaus retumbando en su mente.

-Perdón, quizá no debí pedirte que mirases -Se disculpó el Conejo Blanco, con su sincero arrepentimiento denotado en sus pequeños ojos, inyectados en rojo-. Pero ¿sabes que significan? Entrar a este lado del espejo es muy difícil, hay muy pocas formas. Generalmente son de tiempo limitado, no te puedes quedar aquí por siempre. Es difícil pero es posible. Para poder entrar aquí debes pedir ayuda a un Vástago de Carrol o hacer un trato con algún Eidolon, aunque admito que también hay otras maneras que desconozco, como tal vez algún espejo que les haya servido de portal para traer a Klaus, Meghan o Byron. No sé cómo hiciste para llegar pero seguramente puedes volver, tu esencia está del otro lado, y sin embargo eso no quiere decir que lo que te suceda aquí no lo sufra tu cuerpo cuando vuelvas. Pero ellos… Cuando haces un trato con un Eidolon pueden suceder muchas cosas. Los Eidolon tienen poderes, más que cualquiera. Son una raza superior, por lo que pueden ir al “mundo real” como sombras. Seguramente le ofrecieron a Klaus todo lo básico: Poder, a cambio de que entregue su vida. Su cuerpo y su esencia, todo él se trasladó al “mundo subreal”. No puede volver pero tiene ventajas aquí, puedes verlo, por cómo lo tratan. Ellos sabían cuánto podía afectarte, cuánto odio sentía Klaus por ti. No fue elegido al azar dentro del montón.

Alice hizo un esfuerzo por entender todo aquello, soltado velozmente y de sopetón por su abogado, que le había llegado entremezclado, al menos en la última frase, con un grito de Byron. De repente acudió a su mente la imagen de sus amigos: Alexa envuelta en llamas e Israel con una cuerda envuelta alrededor de su cuello, con unas pequeñas marcas moradas donde la cuerda ejercía presión. Miró en los profundos ojos negros del Conejo Blanco. Él negó con la cabeza.

-No, ellos tampoco pueden volver. Hicieron un trato, mucho más desfavorable sin duda, están atrapados aquí dentro. Se convirtieron en habitantes de este mundo. Sin embargo no les irá muy bien, aquí hay clases –Un gemido de Byron lo interrumpió-, los que llegan desde el otro lado y no son sacrificios para la Reina son la peor de las escorias, tendrán suerte si ella decide acabar con sus vidas. Obviamente, no lo hicieron sabiendo lo que les esperaba; apuesto mi vida a que los engañaron. No debió de ser muy difícil ya que ofreciéndoles una salida de Blackwood, aunque fuera suicidándose, los tenían comprados.

Un escalofrío le corrió por la espalda sintiéndose más culpable que antes por haberlos acusado, seguramente habían prometido no mentir a cambio de que los sacaran de allí. Se sintió terrible, más combinando su resentimiento y culpa con la marea confusa de sentimientos que amenazaba con arrastrarla, causada por la escena en la que estaba condenada a participar.

-No pueden matarlos, los humanos deben dar su vida ellos mismos para que se cumpla el trato.

Nunca más sus amigos podrían salir de allí, se quedarían en ese mundo de locura en donde se alimentaban de cuerpos humanos, donde vivía la Mujer de Rojo, el Gato Evanescente y Blackrabit, donde en un juicio su hermano manipulaba a sus amigos para torturarla y era aplaudido. Donde todo estaba patas para arriba y ella la loca del Blind Valley era la más cuerda. Donde las cartas eran soldados y donde su hermano tenía poderes.

¿Por qué? ¿Quiénes? Ella nunca les había hecho daño a las personas del espejo –había roto un par de espejos, sí, pero ellos la habían provocado- , nunca deseó que ellos aparecieran, ella siempre desde lo más profundo de su alma había deseado ser normal, tener una vida normal con amigos normales, una familia normal.

Pero tenía que cargar con toda esa mierda.

Con un hermano enfermo, aún más que ella.

Unos padres que la despreciaban por estar loca.

Un mundo completamente ajeno a ella que parecía estar en su contra, llevándose a sus amigos y condenándola. ¿No les alcanzaba con encerrarla en Blackwood por seis años? ¿Con haberla convertido en una paranoica antisocial? ¿Qué más querían de ella? ¿Por qué?

Las lágrimas corrían por sus mejillas.

-No llores, Alice, no es nada personal, podría ser cualquiera en tu lugar. La Reina Roja y su consejero, Sir Blackrabit tienen una extraña definición de la palabra “diversión”. Se tomaron todas las molestias solo para divertirse un rato. Te escapaste cuando iban a ofrecerte como sacrificio te escogieron como víctima para su próximo jueguito.

«Pero ellos saben que yo los veo en el espejo y sólo quieren vengarse, ¿No es así? Estoy en la lista de los non-gratos» Pensó Alice tratando de conseguir otro argumento, no quería creer que todo ese sufrimiento que pasaba fuese solo para diversión de otros. No quería creer que toda aquella obra teatral montada a su alrededor fuera armada para cualquiera, que todo aquello lo hicieran a diario y sin distinguir entre las personas. No quería creer que se dedicaran a burlarse de cualquiera. ¿Era celos de otros, entonces, lo que sentía?

El Conejo Blanco negó con la cabeza.

-No, se les escapó ese detalle, no saben quién eres realmente. Ya te lo dije: no es nada personal –Suspiró-. Nunca debiste entrar, debiste quedarte del otro lado cuando lograste escapar. Ni una amistad puede valer todo esto.

Alice lloraba en silencio. Ahora se lo decían, quería volver el tiempo atrás, olvidarse de todo, no haber querido convertirse en la heroína de una historia que no comprendía.

Apenas lo pensó deseó cortarse la lengua. Sí que lo valía, sí que valían sus amistades porque ella consideraba a Meghan y a Byron como sus verdaderos amigos, no iba a abandonarlos a su suerte, no había podido hacer nada por Israel y Alexandra.

Tenía que terminar con todo aquello, con lo que se desarrollaba delante de sus ojos, con todo aquel ridículo. Con toda esa mierda. No podía dejar que los Seres de aquel mundo ganaran, que su hermano ganara.

«Inténtalo, hermanita»

Con una nueva fuerza se le ocurrió una idea. Rezó para que funcionara y miró a Klaus fijamente a los ojos y se concentró al máximo para no escuchar a Byron (cosa más que omplicada, si se tenía en cuenta la turbiedad de los sitios por los cuales el mismo paseaba, feliz, la lengua y las manos) Agradeció los años que había trabajado por concentrarse únicamente en su reflejo en el espejo, cómo había aprendido a silenciar al Gato Evanescente y hacer como si lo que la rodeara no existiera. Se encontró con su mirada, fría, de ese profundo azul eléctrico, llena de odio, placer y maldad. Poco a poco notó cómo, para Alice, estaban solos su mirada gélida y ella.

No podía hablar pero él podía saber lo que pensaba lo que era aún mejor ya que podía mostrarle imágenes nítidas que explicaban mucho mejor lo que quería decir.

En silencio comenzó a recordar cada minuto vivido con Max, cómo se habían encontrado, cómo lo había consolado, el viaje que hicieron hasta Chinatown, lo apuesto que era para ella y allí se detuvo sonriéndole para luego seguir con lujo de detalles rememorar cómo había sido ella la que lo había seducido –ningún cervatillo inocente y vulnerable-, cómo se habían besado, el placer que él le producía al recorrer su piel. Omitió la parte en la que había sido absorbida por el espejo para mostrarle como habían pasado la noche, lo que se habían susurrado al oído…

Cerró los ojos, consciente de que ya no era necesario que los clavara en los de su hermano. Él vería lo que ella quería que viera. Vería exactamente todos y cada uno de los sitios por los que su mano había pasado, vería todos y cada uno de los gestos de placer que le había provocado a Max, sintiendo en piel propia las caricias y besos que ella había recibido, y sin embargo ambicionando los que ella le había dedicado al sombrero. De a poco, sin tener que mirarlo ella tampoco, notó cómo la sonrisa se apagaba en los labios de su hermano, saboreando el dulce, pero fugaz placer de un golpe de venganza bien asestado.

Los celos que un adolescente común de 17 años sentía cuando su adorada hermana pequeña le presentaba a su primer novio o incluso el odio que lo invadiría al descubrirlos revolcados uno encima del otro en el sillón del living no se comparaba ni de lejos con la ira asesina que experimentaba Klaus en esos momentos, tan posesivo y demente como era.

Un adolescente común de 17 años habría dejado al primer novio de su adorada hermana pequeña con una amenaza de alejamiento o como mucho un ojo morado, Klaus, en cambio sentía ganas de tomar el cuello de ese tal Max Hatter y aplicar fuerza hasta que suplicara por su vida y cuando creyera que iba a morir soltarlo haciéndole creer que iba a salvarse y luego –sonrió- le cortaría los testículos para dejarlo morir desangrándose. Rió.

Un gemido, esta vez no de placer, salió de los labios de Byron haciendo que Alice perdiera su concentración. Alcanzó a ver a su amigo tirado en el suelo antes de que unas manos la tomaran de los cabellos y tiraran de ella.

El Conejo Blanco la aferró de la cintura de forma protectora desafiando a Klaus con la mirada. Éste le sonrió y le asestó un derechazo, los derechazos de su hermano habían sido muy famosos entre los chicos del colegio que acostumbraban a molestarlo por el color de sus labios uno era suertudo si salía únicamente con un moretón. El abogado cayó al piso inconsciente y su hermano la tomó por los hombros para llevarla al centro del improvisado escenario mientras ella se resistía. La tiró al suelo boca arriba, haciendo que se golpeara y se sentó a ahorcadillas sobre ella inmovilizándola. Con una mano veloz quitó el parche de su boca arrancándole un alarido. Alice giró el rostro todavía dolorida para sonreírle a Byron disculpándose. Lo había logrado, había liberado a su amigo sin hacer lo que su hermano le pedía.

Él la observó a ella y luego a Klaus atónito. Desnudo en el suelo con manchas de semen y su cara aturdida era realmente ridículo.

-Es que… ¿Hice algo mal, cariño? Dímelo e intentaré corregirme, lo juro…

-Corre, Byron ¡¡Corre!!- Gritó con todas sus fuerzas

Pero él tardó demasiado, la miraba algo celoso sin entender cuando se levantó. Klaus no le dirigió la mirada al extender una mano abierta hacia él. De la nada Byron fue empujado como si una bala de cañón hubiera impactado contra él. Un haz de luz iluminó su recorrido hasta estamparse contra la pared. Allí se quedó inmóvil y asustado.

-¡No! ¡¡Byron!! – Su hermano le asestó una cachetada dejándole colorada la mitad derecha del rostro.

-Cállate, maldita perra ¿Creíste que ibas a restregarme en cara tus noches como puta y te ibas a ir riendo como si nada?- La miró con sus ojos de lince llenos de odio, asustándola- Ahora vas a conocer a Klaus Liddel enojado, perra demente, nunca vas a sufrir más en tu vida.

Una tenue luz comenzó a iluminar a los espectadores desde abajo mostrando sus rostros más aterradores mientras reían, en verdad estaban disfrutando con todo aquello. Ella se encontró con la mirada del Gato Evanescente mientras buscaba ayuda entre los presentes. Le llamó la atención que no se estuviese riendo como los demás… Estaba recostado delgado como era en el apoya brazos de la majestuosa silla donde estaba la Reina Roja II; oscilaba lentamente su cola oscura rozando la mano de la reina, tenía los ojos levemente entrecerrados observándolo todo de manera calculadora con sus ojos verdes brillantes, lo estaba disfrutando sí, pero no a la manera de todos los demás, parecía saber una parte de la historia que ellos ignoraban.

-¿Me estás oyendo, puta de mierda?- La sacudió- Te haré sentir tanto placer que susurrarás mi nombre, haré que te olvides de ese imbécil de Max Hatter.

-Inténtalo, hermanito- Lo desafió.

Alice no lo pensó dos veces y lo escupió. Él gruñó y comenzó a arrancarle la ropa a tirones mientras ella se retorcía tratando de zafarse de la llave de su hermano. En el fondo se oía a Byron gritar pero lo silenciaban las carcajadas de esos seres insólitos a su alrededor.

La remera de algodón estaba hecha girones en el suelo, pero a Klaus le resultaba más difícil destrozar el jean. Decidió que lo más sensato era quitarle el pantalón a la manera tradicional e intentó desabotonarlo. Sin embargo se detuvo, trataba pero no podía mover sus dedos, algo le inmovilizaba las manos. Se notaba en su rostro la fuerza que estaba haciendo.

-Ya es suficiente- se oyó la voz suave y seductora de la Reina Roja II, todavía riendo.- Ella será mi esclava, no la tuya.

Extendió la mano hacia delante y la contrajo como si sostuviera una soga y tirase de ella. Klaus fue atraído hacia ella al igual que Byron había sido arrojado contra la pared.

-¿Tienes alguna queja?- le sonrió al ver su rostro de odio.

Klaus la miró y luego dirigió la vista a Alice.

-No-farfulló entre dientes.

La reina sonrió.

-Yo creo que ha sido muy leal y de mucha ayuda ¿No lo crees?- Se dirigió a BlackRabbit.

Él no dijo nada, sólo sonrió convirtiendo en un corazón el signo de picas de su mejilla.

-Si te sigues portando así te la regalaré cuando me aburra de ella- señaló a Alice con la barbilla y luego miró a los ojos a su hermano- Le diable du blue yeux.

Sin previo aviso lo besó y él se lo devolvió.

-Definitivamente me caes bien- dijo lamiéndose los labios- Vamos a ascenderte- Chasqueó los dedos y Klaus estaba vestido de nuevo: tenía un traje negro que tenía dibujados varios corazones y rombos como los de las cartas. También llevaba una capa color roja.- Ahora eres el comandante del ejército de la Reina.

Todo aquello era absurdo, más que absurdo. Alice intentó levantarse pero algo se lo impedía, maldijo en voz baja a todos aquellos seres con poderes extraños. Pareció llamar la atención de la reina.

Ella sonrió. El juez en su estrado golpeó la maza para que la gente dejase de hablar.

-Llévense al preso de nuevo.- Dijo con una voz profunda. Alice buscó sus ojos para pedirle piedad pero al ver cuencas vacías detrás de esa máscara le dieron escalofríos.

«¿Por qué aún no dijiste ‘Scrying’, niña boba? »

Alice buscó al que le hablaba con la mirada pero no pudo adivinar quién era.

«¿Quién…? »

«¿Importa? Si no lo haces te verás en problemas» - canturreó

Esta vez supo quién era, entre los presentes el único que no reía… El Gato Evanescente. No sabía si debía creerle o no, decidió esperar y no escucharlo.

Dos cartas se llevaban a un Byron que sollozaba, aún desnudo.

Había tenido la oportunidad de salvarlo y no lo logró, se maldijo a si misma. Odiaba su vida.

El gato la miraba sonriendo, con los ojos entrecerrados, lamiendo su pata derecha.

La Reina Roja II se levantó de su silla y se dirigió hacia ella. Se agachó a su lado, con una uña pintada de rojo fuego levantó su barbilla.

-Creo que perdiste-sonrió y deslizó su dedo hasta su ombligo.- ¿Qué cree juez? ¿No se delató a si misma con esas escenas con su amante? ¿Qué opina de los testigos?

Todos miraban al juez ahora. Éste se quitó la máscara y como si esta estuviese cosida a la sombra que era su cuerpo se deshizo de ella. Debajo, como por arte de magia se encontraba duplicada la reina. Las dos comenzaron a reír al unísono. Al principio Alice creyó que eran la misma, pero reconoció el lunar en la mejilla, el cabello levemente ondulado y los ojos más almendrados del supuesto juez. Era La Mujer de Rojo, la Reina Roja I. Todos las aplaudían como si aquello fuera un acto de magia.

-Decreto que Alice Liddel se encuentra en plenas y optimas condiciones para convertirse en la esclava sexual de mi hermana, La Reina Roja II.

«Te lo dije… »

«Cállate »

El Gato Evanescente reía mientras tarareaba ““Sc” por escapar “Crying” por llorar. Grita tan fuerte Scrying. El dolor de tus lágrimas…”

La Reina Roja II, sin dejar de reír clavó su uña alrededor del ombligo de Alice. Ella gritó a causa del dolor. Parecía que estaban quemándola con fuego. La herida tenía forma de corazón.

Todos a su alrededor de ella reían, Klaus se burlaba con la mirada, el dolor la torturaba y el bendito gato no dejaba de tararear. El conejo Blanco tenía razón: nunca tuvieron posibilidad de ganar, todo estaba arreglado para hacerla sufrir creyendo que tenía una mínima posibilidad de escapar.

-¡Scrying!- gritó desesperada tenía que salir de allí acabar con todo aquello, ya no se preocupó por su hermano. Se cubrió el rostro al ver la grieta en los cristales.

Oyó como éstos se destrozaban al caer al suelo en miles de pedazos y luego el silencio.

Se descubrió los ojos esperando una catástrofe pero nada había cambiado. Salvo que podía levantarse del suelo y que nadie emitía ni un sonido. Todos estaban inmóviles. Miró los espejos que hacía unos segundos oyó estrellarse: estaban intactos, la única diferencia era que ella no se reflejaba en ninguno. En uno de ellos escrito con labial rojo se leía:

Todos en su sitio

Abran paso a la reina

Que no se les escape un murmullo

Ni una lágrima.

No te quiebres,

Escapa “Sc”

Scrying

La gran bola de cristal te protegerá.

Alice supo que aquello era la segunda parte de la canción. No sabía cómo pero entendió que nada estaba quieto sino que ella iba demasiado rápido, nada estaba inmóvil.

Debía salir de allí. El dolor en su panza había disminuido, de todas formas agradecía ese dolor. Había estado deseándolo.

Antes de que pudiera preocuparse por buscar una forma de salir recordó las palabras de Madame Lorougue, la asiática de Chinatown cuando le dijo que el conejo tenía la llave. No creía que ella se refiriese al Conejo Blanco sino más bien a BlackRabbit. Se acercó a él sigilosamente tratando de convencerse “La gran bola de cristal te protegerá”, pero por más que lo intentase no se lo creía. “Bola de cristal”. Sonaba más estúpido cada vez que lo repetía.

No le fue muy difícil descubrir dónde estaba la llave: en su cinturón había un manojo de ellas. Pero Alice no tenía tiempo de adivinar cuál era, decidió sacárselas todas, lo más rápido que pudo. El miedo a que la atrapase incrementaba con cada tirón que daba del cinturón de aquel personaje. Buscó al Gato Evanescente con la mirada pero no lo encontró por ninguna parte, y el CRACK, de la argolla que unía las llaves al quebrarse la distrajo. ¡Se caerían todas! Suspiró de satisfacción cuando notó que la velocidad de las llaves también había disminuido con el aumento de la suya.

El siguiente problema era encontrar una salida: casi todas las paredes estaban cubiertas de espejos y no pensaba volver por donde la habían traído, un pasillo largo que llevaba a la prisión.

Si había una puerta debía haber un picaporte ¿cierto?

Buscó en los muros no espejados pero no encontró nada. Se dirigió al espejo dónde seguía escrita la canción y lo vio: un pequeño pomo plateado surgía del centro del mismo. Abrió la puerta y salió corriendo.

Se sorprendió al verse fuera de la Cafetería de Max, se dio vuelta y efectivamente estaba allí solo que dentro no veía la mesa con tazas de colores sino un tribunal. No pudo entender cómo aquel inmenso tribunal de locura entraba en la pequeña cafetería, tampoco se detuvo demasiado a entenderlo.

Allí delante estaba el camino de piedras que llevaba al dormitorio de las mujeres, empezó a correr sin la intención de detenerse. Y sin embargo tuvo que hacerlo. El camino que ella veía no existía realmente. Atravesó el paisaje como si se tratara de un cartel gigante, una tela que la engañaba e inevitablemente cayó rodando al suelo empinado.

Un sonido como de mil copas de cristal golpeando y haciéndose añicos la ensordeció. Miró a su alrededor y efectivamente se encontraba rodeada de cristales rotos que la reflejaban, debajo de ella había más que se clavaban en sus rodillas y en sus manos. Tan sólo hacía unos segundos no estaban, y tan sólo unos segundos más tarde desaparecieron, al tiempo que el silencio se quebraba. Rápido, muy rápido, como si de repente alguien subiera el volumen de una radio que había estado en silencio. Alice pudo escuchar el bullicio que provenía del tribunal. No tenía tiempo, ya se habían dado cuenta y estaban por salir a buscarla.

Comenzó a correr en el sentido de la calle, adolorida por los cristales, los golpes que se había dado al caer y su ombligo. Estaba mareada, todo en ese lugar daba vueltas, definitivamente no era el instituto: Las calles eran retorcidas, los árboles se enroscaban y parecía como si un pintor daltónico hubiese puestos los colores todo estaba al revés, el piso era violeta, el cielo de un verde muy claro, el tronco de los árboles era amarillo y las hojas azules. No veía a nadie pero escuchaba cómo la seguían por atrás. “La bola de cristal”… ¿De qué le había servido?

«No puedes escapar, hermanita, vamos a volver a encerrarte aquí yo tengo ventaja »

Ella siguió corriendo lo más rápido que le permitieron sus heridas. Dobló y dejó el camino cuesta abajo para entrar en el bosque. Escuchó cómo se detenían buscándola, siguió corriendo sin saber a dónde pero alguien la tomó del brazo tan fuerte que podía cortarle la circulación. Quiso gritar pero le taparon la boca. Alguien la mantenía muy cerca suyo inmovilizándola. Alice intentó librarse pero aquellas manos eran demasiado fuertes.

-Sh sh sh, yo soy, soy yo.

Alice suspiró y se relajó de alivio al oír la voz. El que la retenía la soltó despacio.

-¡Max!- Susurró

-Sh sh sh- La hizo callar poniéndole un dedo sobre los labios con los ojos muy abiertos.

Se quedaron callados en silencio un buen rato hasta que los guardias se dieron por vencidos y decidieron buscar en otro lado. Allí no podían verlos: estaban dentro del tronco de un árbol que se retorcía de tal forma que los dejaba fuera de la visión.

-¡Mira cómo te dejaron!- suspiró- Necesitas un buen té.

Hatter se sacó su saco y se lo entregó a Alice.

-¿Dónde estabas, Max?- Ella se lo aceptó y se lo puso, le quedaba grande.

-¿Estaba? – Con la mano derecha sostenía la pierna de Alice y con la otra le sacaba los pedazos de vidrio mientras le soplaba para que no le doliera- Debería estar tomando té pero no estaba.

-¿Dónde?-Ella hizo una mueca de dolor sin entenderlo.

-Pude escapar y te estaba esperando, debías salir antes ¡Mira cómo te dejaron!

-¿Dónde estamos?

Él hizo una mueca de asco.

-En el espejo ¿Te duele? A mí me dolería- señaló su pierna.

-Algo así- Dijo pensando que su pregunta había sido estúpida ¿en qué otro lugar el cielo era verde?- ¿Cómo llegamos al torreón de Picas?

-Primero necesitamos una llave, una llave… El conejo guarda las llaves.

-Ya no- Sonrió Alice mostrándole el manojo de llaves que le había robado.

-Te portaste mal- dijo y luego sonrió- No se roban las llaves del conejo, el conejo guarda las llaves- rió y luego la besó.

-¿Cómo vamos al torreón?

-Primero debes descansar, te hicieron daño, eso no está bien.

-No tenemos tiempos, nos persiguen, a ambos… Mi hermano quiere matarte y yo soy una fugitiva.

-¿Matarme? ¿Por qué?- puso una cara tan inocente que Alice no pudo resistirse a acariciarlo-Pero no podemos ir tan lejos de noche, la noche es peligrosa, salen a casar… Ellos comen gente.

-No hay tiempo, Max, debemos salvar a Byron y a Meghan antes de que sea demasiado tarde.

El sombrero la miró a los ojos sopesándolo.

-Ellos comen gente…

-Max, por favor…

-Ellos te hicieron daño…

Alice tomó sus manos mirándolo a los ojos. No podría vivir consigo misma si llegaba tarde a salvarlos. Ya era demasiado con Israel y Alexa, demasiada culpa.

-Pero nos detendremos en la ciudad que está de paso. No podemos salir de noche si estás sangrando. La sangre los llama y ellos comen gente.

Ella asintió, ya lo convencería cuando llegaran a la ciudad.

Salieron del hueco del árbol, estaba oscureciendo… El verde claro estaba más oscuro. Volvieron al camino y vieron a alguien de espaldas que giró sobre sí mismo con un exagerado ademán al escucharlos.

Era un hombre joven, pálido como la luna pero con los labios pintados de negro y los ojos rojos delineados. Un traje de bufón blanco y negro, con muchos cascabeles, lo cubría por completo, sin dejar a la vista de su piel más que manos y cara. Tenía el pelo lacio largo y despeinado, de una forma “casual” poco convincente, exageradamente retorcida. No llevaba zapatos, tan sólo medias y cuando, con una reverencia irreal por su extraña posición, los saludó, Alice se sintió extrañamente mareada al fijar su vista en sus uñas, tan oscuras como la noche –la verdadera noche-, nauseas que se incrementaron al ver la sonrisa que se formó en sus labios al hacer un firulete exagerado con la mano, para tomar la suya, y oír el terrible sonido de los cascabeles que se bamboleaban a su alrededor, torrente de ruidos y chirridos insoportablemente agudos, muy agudos.

-¡Al fin has llegado, niña! –su voz le provocó unas incipientes ganas de arrojarse al suelo y taparse los oídos.

Max gruñó al reconocerlo.

-Jajaja, sombrero, tranquilo, que no pienso arruinar la ffiesta antes de empezarla siquiera –los dientes que habían asomado al pronunciar la palabra “niña”, peligrosamente afilados, refulgieron un instante antes de ocultarse.

-¿Quién es él, Max?

-Le dicen Jocker- No fue Hatter el que respondió sino el Gato Evanescente que apareció, tal cual era su costumbre, de la mismísima nada, sobre los hombros del hombre y reorciendo la cola.

-Deslumbrante presentación –volvió a sonreír aquel que ahora Alice sabía el Jocker.

-Corre, Alice, ellos comen gente.

-S í-admitió Jocker- ¡Y cómo!- rió- Pero ya te dije, mi querido amigo, que no puedo quebrar la pobre esperanza que tenemos (aunque me encantaría hacerlo)

-¿Qué?- Alice no entendía nada, nunca entendía nada que tuviera que ver con el espejo.

-¿No te diste cuenta, niña boba?- dijo el Gato- Si fueses nuestra cena sería un desperdicio demasiado grande.

-Aunque te veas deliciosa, las rubias son mi debilidad- acotó el Jocker.

Ella dio un paso atrás y Max gruñó.

-No voy a hacerte daño, ya te lo dije antes. Sirves mucho aquí… Para molestar a la reina y…

-Me encanta molestarla- Sonrió el Gato Evanescente.

Sus sonrisas eran idénticas.

-Además si te comiera no podría salir de aquí jamás- se encogió de hombros suspirando- porque tú eres la llave que nos permite salir- La señaló con una uña negra y larga.

-Y la tonta de la Reina no lo sabe- rieron

-No, no lo entiendo…

-Es fácil, niña boba, ella está buscando la llave para liberarnos de este lado del espejo y nunca se dio cuenta que esa llave eras tú, se divirtió molestándote… Es tan ignorante…

-No vamos a hacerte daño… No somos como ella, nosotros sabemos pensar-rio- pero tampoco vamos a decirle que lo eres. Quiero ver su cara cuando lo descubra.

Se comportaban como chicos pequeños. ¿Ella una llave? No, no, no, ella era una chica, una loca quizá, pero una chica. Una chica que quería despertar de una pesadilla.

-¿Por qué yo?- se le escapó mientras pensaba.

-¿Por qué no?

-¿Por eso me quería el director aquí?

-No, niña boba, no… Ella no sabe por lo tanto Gillispie no sabe, nadie sabe-rió- Los eligió a ustedes porque él debe hacer sacrificios y ustedes son los más raros, le convenía deshacerse de ustedes antes que de los demás alumnos-volvió a reír.

-Vamos a dejarlo todo como está- rió el jocker- no nos conviene que la reina sepa que estuvimos con ustedes.

-¿Por qué?

-No le caemos muy bien a ella- rió el Gato Evanescente-. Bueno al menos él no le cae muy bien a la reina.

El acompañante se puso serio.

-No hay dos personas más poderosas en todo el espejo como nosotros, a la reina no le gusta eso-Sonrió- somos enemigos.

-No hay nadie más poderoso que el Jocker- canturreó el gato.

-No hay nadie más poderoso que el Gato de Cheshire- lo acompañó.

-Nos vemos niña-llave-ambos desaparecieron como si fuesen aire.


Haey ho!! Lo terminé, Negritalo publiqué, me salvé de una muerte segura ^^ Para cualquier comentario bueno al respecto, una de las autoras fui yo, la aquí presente y grandiosa...
Vall ^^
Para Negritatodo lo malo que le encuentren al capítulo, a la vida, al mundo o al universo, la otra fue...
Mell


Besos y hasta nunca,
Vall
PD: Gracias a Robinson, el cNegritaosquilludo

5 comentarios:

  1. antes de leerlo quiero arrodillarme y suspirar porque lo terminaste a tiempo.
    TE AMO VALL
    y
    todo mal con lo de las quejas, eh

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  2. Muy buen capitulo, me ha gustado mucho, gracias por mantener en alto la imagen de Max Hatter, sois los mejores, ya teneis el link directo en mi blogg.
    Besitosssss

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  3. Oh, acabo de estallar en un arcoiris de felicidad ^___^ El cap les ha quedado fantástico, ya puse el link en mi blog para que la gente pase y vean esta maravilla. En serio, la espera valió la pena.

    Besos ^^

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  4. Waaaaaaaaaa!!!!!!! Bieeeeen, al fiin ^^
    Bueeeeno, yo ya puedo comenzar con el 7 e intentaré ponerlo lo antes posible (a ver si me da tiempo antes de que empiece el lunes)

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  5. ALUCINANTE!!!!
    Gran capítulo, me mola vuestra versión de Alicia, ya teneís otra seguidora ;)
    Saludos!!!

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El video que cambia no por semana, no por mes, si no cuando nosotras queramos xD Actual: Lo que sucedió cuando Mario por fin salv+o a la princesa (corte de Family Guy)

0o!!

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Edward estúpido con subtítulos :3

El final es tan genial!