lunes, 13 de julio de 2009

Los delirios de Jane

Otra cosa que nos une en común, además de que todas somos unas psicópatas delirantes, es que todas somos fans de Crepúsculo. Del libro, NO DE LA PELICULA.
Esto se nos ocurrió en clase de... ehm... no nos acordamos, pero debe ser de Historia. Cuando la profesora se la pasa riendo como histérica o se pone a delirar con polvitos Flú para viajar al pasado...
Zzzz...

Era una mañana lluviosa. Los zapatos se me habían mojado y el piso de la torre no alcanzaba a cubrirme. ¡Oh! Pero allí estaba, mi perro Dulfo y me observaba con su mirada de perro mojado.
- Hola –me dijo una voz extraña.
Me di vuelta y
observé lo que me había hablado. La capa negra le cubría el cuerpo y el rostro era de un blanco mortal. ¡Oh, Dios!
- ¡La muerte!
- No, no soy la muerte, ¡soy algo peor!
Una voz de niña me llamó la atención. La voz, poderosa, y su risa, atormentadora.
- Soy Jane Vulturi.
La capa cayó y unos ojos rojos refulgieron a la luz de la luna que arrancó un destello a su piel marmórea y a sus agudos dientes perlados.
Mi primera impresión fue que era una niña común, solo haciendo una broma, como era común en Halloween, pero luego, la observé mejor y me atormentó pensar que tal vez eso no era maquillaje. Y… si no era maquillaje… ella… ella era…
- ¡Oh, Dios! ¡Era la Muerte!
La Muerte… bella, hermosa, brillante y pequeña. ¿La Muerte?
- ¡Coño, te dije que no soy la Muerte!
- Emh… Entonces… ¿quién diablos eres? La Muerte, ¿verdad?
- ¡No! ¿Que no lo ves? ¿Es que no lo entiendes?
Me mostró una mirada fría como un glaciar y una sonrisa diabólica y aguda.
¡Oh, Dios! El dolor que siguió luego me atormentó, era como estar en el mismo centro del infierno, me quemaba, me pinchaba, me taladraba y me atropellaba. Gritar era inevitable. Su risa, ¡oh, Dios! ¡su risa! Era como un golpe más a todo ese tormento, y desperté. Salí de mi casa, era un día de lluvia, mis zapatos se habían mojado. De repente, una voz extraña dijo:
- Hola.
Me di vuelta para verlo y observé a una pequeña persona con una capa negra detrás de mí.
La miré más detenidamente, y un dolor terrible comenzó a taladrarme, cuando su mirada cambió y una risa fría como un glaciar. Dolía… Me retorcía… Quería morir, pero no podía. Dolor…
Abrí los ojos.
¡Oh, Dios! Mis zapatos estaban mojados y mi perro me miraba.
- Hola –dijo una voz extraña a mis espaldas.
Una pequeña figura envuelta por completo en una capa negra me sonrió: con los ojos dilatados por el pánico, le salté encima.
- ¡Maldita perra! –le grité.
Sonrió poderosa y aterradora, caí al piso en un mar de agonía. Deseaba que me tirasen por un precipicio, prefería un choque eléctrico. Grité, grité como nunca lo había hecho y ella reía. – Por tratar de dañarme- seguía riendo y riendo. ¡Oh, Dios!
¡No de nuevo! Abrí los ojos. Mis zapatos seguían mojados, mi perro seguía mojado. Ella me volvió a decir –Hola- y ni hizo falta que la mirase. El dolor volvió a empezar y ella volvió a reír. ¿Por qué la repetición? ¿Por qué esas ganas de hacerme retorcer en sueños?
¡Oh, Dios! Mis ojos se abrían e vuelta. Los cerré precipitadamente.
- Hola.
¡Oh, Dios! ¡Otra vez ella! Empecé a correr fuera de la torre.
- Perfecto, algo divertido –se rió.
Dulfo le gruñó. No pude ver cómo ni cuando pero ella ya estaba allí, delante de mí sonriéndome con ojos excitados. Dos figuras altas le cubrían las espaldas.
- Jane, no lo tortures –dijo uno de los guardias con voz profunda.
Fiuu.
- Jaja, muy gracioso Demetri -¡Oh Dios!
- Lo dejas en paz, Jane –dijo el otro.
- Ustedes no me mandarán –se dio la vuelta y los empezó a torturar.
- ¡Aro! –logró gritar uno.
Ella se detuvo a regañadientes.
- Aro lo quiere vivo y si lo haces dormir y despertar no lo lograremos llevar.
- Uf, te salvaste por ahora, bastardo –me dijo y se dio la vuelta- Vamos, llévenlo.
Me tomaron por los hombros y Dulfo me siguió
- Dile a tu perro que no nos siga, tengo hambre y puede ser la víctima.
¡Oh, Dios!
- Dulfo, quédate, ¿si?
El perro gruñó y siguió caminando. Lo miré. Algo había cambiado en su mirada. Parecía más… humana. ¡Oh, Dios! ¡Mi perro estaba muriendo!
- Puff, qué olor. Me quema la nariz, Jane –dijo Demetri.
Dulfo era mucho, mucho más grande. ¡Oh, Dios!
La miré. Pero unos segundos más tarde, ni ella ni mi mascota estaban más en su lugar. Un trueno me hizo estremecer. ¡Oh, Dios! Mi perro luchaba con la bruja… pero… ¿cómo? Dulfo, gigante ahora, parado en dos patas atacaba a Jane. ¡Oh, Dios!

Ahí tocó el timbre.
RECREO!! WIIIIIIII!!!
Ah, los colores marcan las personas que lo escribieron: el rojo es Val, el celeste es Mell y Al, el gris. A esto se le llama: Sueño compartido

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