Ale, te contesté antes pero vuelvo a contestar: ya sé que va a salir un sexto libro pero la ansiedad me está matando!! Damon, ale, Damon!!
Mell, ni idea si te hablé alguna vez de esto. Creo que sí, que te había mandado el prefacio.
Acá sigue. Me está quedando cortito =S Tal vez sigo este capítulo después.
Capítulo 1
Damon apresuró el paso. No es que tuviera miedo o nerviosismo, era tan solo un exceso de adrenalina. Damon la saboreaba plácidamente. No todos los días se tenía un encuentro como el que iba a suceder; no todos los días se definían las batallas de una forma tan brutal como la que él iba a presenciar. En un rapto de euforia, un enorme cuervo negro con plumas marcadas por un arco iris de luz se elevó, majestuoso, en el aire.
Mientras tanto, en algún lugar que ni él mismo conocía, Stefan Salvatore, con sus ojos verdes descansando sobre unas negras ojeras, mostraba una expresión dura, insana.
¿Realmente había visto a Elena? ¿De verdad ella vendría a rescatarlo?
Se llevó la mano al rostro y cerró los ojos, sin modificar en nada sus inexpresivas facciones. Como vampiro, había logrado dominar el arte de la mentira y el manejo completo de cada uno de sus músculos faciales de modo tal de no dejar traspasar sus sentimientos ni en el más mínimo detalle, pero en esos momentos tenía unas ganas indescriptibles de gritar y desahogar su furia de alguna forma. Su hermano lo había traicionado y entregado a un demonio sin siquiera explicarle sus razones.
Nada.
Lo había dejado sin nada. Tras un engaño sin sentido, lo había canjeado por algo; algo que sin duda debía serle grato y maravilloso pero que no se lo había dicho siquiera. “Bueno,” pensó amargamente, “era de esperarse de ti, Damon”.
El que su hermano mayor lo odiase no era algo realmente escalofriante pero que viviera únicamente para torturarlo era una carga pesada. Había pasado siglos amenazándolo, siguiéndolo para asegurarse de que su existencia fuera penosa y humillante. ¿Y con qué razones? Que se hubiesen matado mutuamente por una vampiro no era solo culpa de él, Damon también se había dejado llevar por el impulso homicida que los había dominado al pensar en lo que había sucedido. Que la vampiro no estuviera muerta y que luego hubiese intentado matarlos y torturarlos tampoco era su explícita culpa, y menos aún que un villano superior hubiera querido borrar del mapa Fell’s Church, la ciudad de Elena.
Elena…
¿Era tanta la atracción que Damon sentía por ella que había llegado hasta ese punto de locura por conseguirla? ¿Realmente lo había entregado para deshacerse de él y ganarse el amor de Elena? Enfermo… Damon sin duda estaba enfermo. Pero, ¿quién era él para juzgarlo, de todas formas? ¿No había sido él quien había provocado su vida de vampiro? ¿No había sido él quien lo había matado mientras la sangre de Katherine aún corría por sus venas?
Bajó la mano e intentó acomodarse todo lo posible en la oscura celda. Tal vez simplemente nunca debería haber confiado en su hermano. Tal vez solo había sido su error nuevamente. ¿Volverse humano para poder envejecer junto a Elena? ¿Cómo se le había ocurrido semejante idea? ¿Cómo había caído en esa trampa sin sentido? ¿Es que no sabía que eso era imposible? ¿Es que aún guardaba esperanzas de que algo tan ilógico fuera posible? Ridículo. Él sabía que no había forma de devolverle la vida a los muertos. Entonces, ¿por qué aún guardaba esperanzas?
Se dio vuelta, intentando encontrar una posición cómoda en el suelo de la celda. Elena…
Con cuidado de no despertar ni a su madre ni a su hermana, Bonnie bajó la escalera en silencio, evitando pisar el último escalón que estaba suelto y hacía ruido. Meredith la había llamado esa mañana para explicarle lo sucedido. Tenían que hacer algo. Descolgó su abrigo del perchero de al lado de la puerta y suspiró. Esos últimos días habían sido realmente terribles. Elena no se podía ir, no las podía abandonar así; no a ella y a Meredith que la habían asistido tanto. Pero si no lo hubiera hecho, Matt habría sido arrestado y encarcelado, así que no había opción en realidad. Matt… ¿estaría bien? Y Damon… ¿qué sentía ella por él?
Con demasiadas dudas en la cabeza, Bonnie puso la llave en la cerradura e intentó abrir sigilosamente, girandola despacio para evitar cualquier sonido que pudiera quebrar el silencio de la noche. Aliviada, se precipitó fuera y resbaló en el último escalón de su casa, pinchándose con un clavo que sobresalía de la madera al caer. Su sangre salpicó el suelo. Procurando no gritar, se llevó el dedo a la boca y se levantó lentamente. Intentó no pensar en el dolor y con lágrimas en los ojos, taciturna, cerró la puerta y echó llave. En ese mismo instante sintió el ronroneo del motor de un coche y se volvió alarmada. Meredith la miró levantando las cejas en una típica expresión de ‘¿quién diablos creías que era?’ y abrió la puerta del acompañante invitándola a subir.
—Meredith —dijo a forma de saludo, alegre de que fuera ella, mientras entraba al auto.
La chica clavó sus ojos negros en ella e hizo un intento de sonrisa que no se parecía en nada a una.
Con cuidado de no recordarle nada que la hiciera poner peor, Bonnie preguntó:
—Y entonces, ¿qué hacemos?
Meredith miró hacia atrás para fijarse de que nadie la siguiera y arrancó, retrocediendo con cuidado hacia la calle anterior.
—Mmm... creo que deberíamos ir hacia donde ellos fueron para empezar, y ver si los encontramos.
—Pero, Meredith, ¡no empaqué nada de ropa!
La muchacha alzó las cejas.
—¿Yo te digo que vamos a embarcarnos en la aventura más peligrosa de nuestras vidas, a seguir el rastro de un vampiro loco, nuestra mejor amiga y otro chico hacia la guarida de un par de demonios psicóticos y tú te preocupas por la ropa?
Ambas chicas soltaron una risita nerviosa que pronto se apagó de sus labios cuando tomaron la ruta al Bosque Viejo, que, pese a estar lleno de flores en pleno verano, parecía apagado, lejano y roto en su pobre vegetación.
La mente de Damon divagaba cuando una esencia familiar lo hizo salir de su ensimismamiento. Enojado, Damon buscó la causa y, al descubrirla, aterrizó con suavidad en la copa de un árbol. Miró hacia abajo con curiosidad. Era ese chico, Mutt, ¿pero qué hacía? Estaba tirado en el piso, acostado, sobre un charco de sangre. Damon entornó los ojos para ver si aún respiraba. Al ver que lo hacía, levantó la vista pensativo. La última vez que lo había visto era cuando se separó de Elena. Ella le había dicho que debía hacer algo, pero no recordaba qué… ¿qué era? Los jadeos del fastidioso chico le hacían dificultoso pensar. Volvió a mirarlo, irritado. ¿Debía salvarlo? No, ni siquiera se lo había pedido. Pero Elena se enojaría si no lo hacía. Elena… ¿dónde estaba ella?
Saltó con agilidad y cayó con suavidad al lado del molesto muchacho.
—Eh, niño, ¿sabes dónde está Elena?
Los jadeos se hicieron más agudos mientras intentaba mover el rostro para ver a quién le hablaba. ¿Es que no lo había adivinado ya? A Damon ya comenzaba a serle aburrida la escena. Se acercó y le movió la cara con el pie.
—¿Da… mon? —Mutt contrajo sus facciones en un gesto de dolor mientras intentaba respirar forzosamente en su nueva posición. Damon se impacientaba.
—¿Y quién más? ¿Dónde está Elena?
—Ellos… —un estremecimiento recorrió su cuerpo y con una convulsión, el chico vomitó sangre sobre el césped— ellos… se la llevaron. Se llevaron a Elena.
Damon frunció el entrecejo.
—¿Ellos?
La voz de Matt era casi un susurro ya.
—Los… los gemelos.
Damon olfateó el aire. Era verdad, los kitsune habían estado allí. Se giró y escrutó el horizonte. No parecía haber sido hace mucho tiempo. Tan solo unas horas, tal vez.
—¿Hacia dónde se fueron?
El chico levantó la vista con un esfuerzo y se lo quedó mirando unos minutos. Damon comenzaba a enfadarse ya. No era famoso por su paciencia. Satisfecho con algo, Matt levantó despacio un brazo y señaló una dirección. “Al sur”, pensó Damon. Excitado, comenzó a caminar en esa dirección. Tenía realmente muchas ganas de partirle el cuello a alguien ese día.
Sin embargo, una mano se le aferró a la pierna haciéndolo parar bruscamente. Bajó la vista con desdén. Mutt lo miró en un último esfuerzo y le suplicó con voz débil:
—Sálvala.
Una feroz sonrisa se dibujó en el rostro de Damon.
—Suplicar no sirve conmigo, ¿sabes?
—Toma lo que… quieras, pero… sálvala, Damon.
Matt se desmayó.
Por cierto, tal vez haya algún spolier del libro, así que, mell, leete los libros antes. Espero no develarte la mitad de los libros xD Mejor salteate la parte en la que habla Stefan xD
Saludos angustiados por el fin de las vacaciones porcinosas,
Mell, ni idea si te hablé alguna vez de esto. Creo que sí, que te había mandado el prefacio.
Acá sigue. Me está quedando cortito =S Tal vez sigo este capítulo después.
Capítulo 1
Damon apresuró el paso. No es que tuviera miedo o nerviosismo, era tan solo un exceso de adrenalina. Damon la saboreaba plácidamente. No todos los días se tenía un encuentro como el que iba a suceder; no todos los días se definían las batallas de una forma tan brutal como la que él iba a presenciar. En un rapto de euforia, un enorme cuervo negro con plumas marcadas por un arco iris de luz se elevó, majestuoso, en el aire.
Mientras tanto, en algún lugar que ni él mismo conocía, Stefan Salvatore, con sus ojos verdes descansando sobre unas negras ojeras, mostraba una expresión dura, insana.
¿Realmente había visto a Elena? ¿De verdad ella vendría a rescatarlo?
Se llevó la mano al rostro y cerró los ojos, sin modificar en nada sus inexpresivas facciones. Como vampiro, había logrado dominar el arte de la mentira y el manejo completo de cada uno de sus músculos faciales de modo tal de no dejar traspasar sus sentimientos ni en el más mínimo detalle, pero en esos momentos tenía unas ganas indescriptibles de gritar y desahogar su furia de alguna forma. Su hermano lo había traicionado y entregado a un demonio sin siquiera explicarle sus razones.
Nada.
Lo había dejado sin nada. Tras un engaño sin sentido, lo había canjeado por algo; algo que sin duda debía serle grato y maravilloso pero que no se lo había dicho siquiera. “Bueno,” pensó amargamente, “era de esperarse de ti, Damon”.
El que su hermano mayor lo odiase no era algo realmente escalofriante pero que viviera únicamente para torturarlo era una carga pesada. Había pasado siglos amenazándolo, siguiéndolo para asegurarse de que su existencia fuera penosa y humillante. ¿Y con qué razones? Que se hubiesen matado mutuamente por una vampiro no era solo culpa de él, Damon también se había dejado llevar por el impulso homicida que los había dominado al pensar en lo que había sucedido. Que la vampiro no estuviera muerta y que luego hubiese intentado matarlos y torturarlos tampoco era su explícita culpa, y menos aún que un villano superior hubiera querido borrar del mapa Fell’s Church, la ciudad de Elena.
Elena…
¿Era tanta la atracción que Damon sentía por ella que había llegado hasta ese punto de locura por conseguirla? ¿Realmente lo había entregado para deshacerse de él y ganarse el amor de Elena? Enfermo… Damon sin duda estaba enfermo. Pero, ¿quién era él para juzgarlo, de todas formas? ¿No había sido él quien había provocado su vida de vampiro? ¿No había sido él quien lo había matado mientras la sangre de Katherine aún corría por sus venas?
Bajó la mano e intentó acomodarse todo lo posible en la oscura celda. Tal vez simplemente nunca debería haber confiado en su hermano. Tal vez solo había sido su error nuevamente. ¿Volverse humano para poder envejecer junto a Elena? ¿Cómo se le había ocurrido semejante idea? ¿Cómo había caído en esa trampa sin sentido? ¿Es que no sabía que eso era imposible? ¿Es que aún guardaba esperanzas de que algo tan ilógico fuera posible? Ridículo. Él sabía que no había forma de devolverle la vida a los muertos. Entonces, ¿por qué aún guardaba esperanzas?
Se dio vuelta, intentando encontrar una posición cómoda en el suelo de la celda. Elena…
Con cuidado de no despertar ni a su madre ni a su hermana, Bonnie bajó la escalera en silencio, evitando pisar el último escalón que estaba suelto y hacía ruido. Meredith la había llamado esa mañana para explicarle lo sucedido. Tenían que hacer algo. Descolgó su abrigo del perchero de al lado de la puerta y suspiró. Esos últimos días habían sido realmente terribles. Elena no se podía ir, no las podía abandonar así; no a ella y a Meredith que la habían asistido tanto. Pero si no lo hubiera hecho, Matt habría sido arrestado y encarcelado, así que no había opción en realidad. Matt… ¿estaría bien? Y Damon… ¿qué sentía ella por él?
Con demasiadas dudas en la cabeza, Bonnie puso la llave en la cerradura e intentó abrir sigilosamente, girandola despacio para evitar cualquier sonido que pudiera quebrar el silencio de la noche. Aliviada, se precipitó fuera y resbaló en el último escalón de su casa, pinchándose con un clavo que sobresalía de la madera al caer. Su sangre salpicó el suelo. Procurando no gritar, se llevó el dedo a la boca y se levantó lentamente. Intentó no pensar en el dolor y con lágrimas en los ojos, taciturna, cerró la puerta y echó llave. En ese mismo instante sintió el ronroneo del motor de un coche y se volvió alarmada. Meredith la miró levantando las cejas en una típica expresión de ‘¿quién diablos creías que era?’ y abrió la puerta del acompañante invitándola a subir.
—Meredith —dijo a forma de saludo, alegre de que fuera ella, mientras entraba al auto.
La chica clavó sus ojos negros en ella e hizo un intento de sonrisa que no se parecía en nada a una.
Con cuidado de no recordarle nada que la hiciera poner peor, Bonnie preguntó:
—Y entonces, ¿qué hacemos?
Meredith miró hacia atrás para fijarse de que nadie la siguiera y arrancó, retrocediendo con cuidado hacia la calle anterior.
—Mmm... creo que deberíamos ir hacia donde ellos fueron para empezar, y ver si los encontramos.
—Pero, Meredith, ¡no empaqué nada de ropa!
La muchacha alzó las cejas.
—¿Yo te digo que vamos a embarcarnos en la aventura más peligrosa de nuestras vidas, a seguir el rastro de un vampiro loco, nuestra mejor amiga y otro chico hacia la guarida de un par de demonios psicóticos y tú te preocupas por la ropa?
Ambas chicas soltaron una risita nerviosa que pronto se apagó de sus labios cuando tomaron la ruta al Bosque Viejo, que, pese a estar lleno de flores en pleno verano, parecía apagado, lejano y roto en su pobre vegetación.
La mente de Damon divagaba cuando una esencia familiar lo hizo salir de su ensimismamiento. Enojado, Damon buscó la causa y, al descubrirla, aterrizó con suavidad en la copa de un árbol. Miró hacia abajo con curiosidad. Era ese chico, Mutt, ¿pero qué hacía? Estaba tirado en el piso, acostado, sobre un charco de sangre. Damon entornó los ojos para ver si aún respiraba. Al ver que lo hacía, levantó la vista pensativo. La última vez que lo había visto era cuando se separó de Elena. Ella le había dicho que debía hacer algo, pero no recordaba qué… ¿qué era? Los jadeos del fastidioso chico le hacían dificultoso pensar. Volvió a mirarlo, irritado. ¿Debía salvarlo? No, ni siquiera se lo había pedido. Pero Elena se enojaría si no lo hacía. Elena… ¿dónde estaba ella?
Saltó con agilidad y cayó con suavidad al lado del molesto muchacho.
—Eh, niño, ¿sabes dónde está Elena?
Los jadeos se hicieron más agudos mientras intentaba mover el rostro para ver a quién le hablaba. ¿Es que no lo había adivinado ya? A Damon ya comenzaba a serle aburrida la escena. Se acercó y le movió la cara con el pie.
—¿Da… mon? —Mutt contrajo sus facciones en un gesto de dolor mientras intentaba respirar forzosamente en su nueva posición. Damon se impacientaba.
—¿Y quién más? ¿Dónde está Elena?
—Ellos… —un estremecimiento recorrió su cuerpo y con una convulsión, el chico vomitó sangre sobre el césped— ellos… se la llevaron. Se llevaron a Elena.
Damon frunció el entrecejo.
—¿Ellos?
La voz de Matt era casi un susurro ya.
—Los… los gemelos.
Damon olfateó el aire. Era verdad, los kitsune habían estado allí. Se giró y escrutó el horizonte. No parecía haber sido hace mucho tiempo. Tan solo unas horas, tal vez.
—¿Hacia dónde se fueron?
El chico levantó la vista con un esfuerzo y se lo quedó mirando unos minutos. Damon comenzaba a enfadarse ya. No era famoso por su paciencia. Satisfecho con algo, Matt levantó despacio un brazo y señaló una dirección. “Al sur”, pensó Damon. Excitado, comenzó a caminar en esa dirección. Tenía realmente muchas ganas de partirle el cuello a alguien ese día.
Sin embargo, una mano se le aferró a la pierna haciéndolo parar bruscamente. Bajó la vista con desdén. Mutt lo miró en un último esfuerzo y le suplicó con voz débil:
—Sálvala.
Una feroz sonrisa se dibujó en el rostro de Damon.
—Suplicar no sirve conmigo, ¿sabes?
—Toma lo que… quieras, pero… sálvala, Damon.
Matt se desmayó.
Por cierto, tal vez haya algún spolier del libro, así que, mell, leete los libros antes. Espero no develarte la mitad de los libros xD Mejor salteate la parte en la que habla Stefan xD
Saludos angustiados por el fin de las vacaciones porcinosas,
Vall
P.D: Si comentan
no me ofendo, eh?
Vall... está en negro xD ...
ResponderEliminarYA LOS VOY A TERMINAR A LOS LIBROS!! VAS A VER!!
Jeje, me olvidé de cambiarle el color en una de las tantas veces que lo cooregí xD
ResponderEliminarBesos en blanco ahora,
Vall xD